“Los argentinos somos derechos y humanos”. Esa frase se imprimió en 250 mil autoadhesivos repartidos por la dictadura argentina para el mundial de fútbol de 1978. Mientras organismos de derechos humanos intentaban crear conciencia sobre los torturados y desaparecidos, el régimen de Videla respondía reduciendo el horror a un juego de palabras ingenioso.
El repertorio a este lado de la cordillera era similar. Ignorar, minimizar, ridiculizar. “Yo no conozco eso de los derechos humanos. ¿Qué es eso?”, preguntaba con su tono ladino Pinochet, para deleite de sus fans. O bien: “Los derechos humanos son una invención muy sabia de los marxistas”. O incluso: “La única solución para el problema de los derechos humanos es el olvido”.
Tras la dictadura, adoptamos el “nunca más” como una norma mínima de convivencia. Nunca más justificar. Nunca más ocultar. Nunca más banalizar los secuestros, las torturas, las mutilaciones, los asesinatos, las desapariciones agrupadas bajo esa expresión que dice tanto y a la vez tan poco: “Violaciones a los derechos humanos”.
Pinochet murió un 10 de diciembre, precisamente el Día Internacional de los Derechos Humanos. Este jueves, la efeméride se celebró con un discurso del Presidente Piñera. Entre sus 1.176 palabras no hubo una sola para referirse a las graves violaciones constatadas durante el último año en Chile por organismos como el Instituto Nacional de Derechos Humanos, Human Rights Watch, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas o Amnistía Internacional.
El INDH cuenta, desde octubre de 2019, 3.023 víctimas de violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del Estado, entre ellos 621 mujeres, y 468 niñas, niños y adolescentes. Ciento 63 son víctimas de trauma ocular, 32 de ellas con pérdida de visión irreversible. El INDH ha presentado 1.730 querellas por apremios ilegítimos, 460 por torturas y 35 por homicidio frustrado, cometidos en su gran mayoría por carabineros.
El discurso del Jefe de Estado, principal encargado de la protección de esos derechos en nuestra República, sólo se refirió a toda esa brutalidad como “los hechos de fines del año pasado”.
A la mañana siguiente, finalmente una alta autoridad del Estado denunció “graves atropellos a los derechos humanos”. No por los baleados ni los mutilados, sino por la quema de cuatro buses. El intendente Felipe Guevara calificó esos incendios como “graves atropellos a los derechos humanos por parte de estos delincuentes”. Luego repitió el concepto: “Condenar con mucha fuerza estos atropellos a los derechos humanos, en el día de ayer, justamente en el día que se conmemora el aniversario de la declaración universal de los derechos humanos del año 48”.
Lo que dijo Guevara es una aberración. La violación a los derechos humanos es, según nuestra legislación y según tratados internacionales que Chile se ha comprometido a respetar, la acción de agentes del Estado (o de agentes paraestatales con un poder similar) contra los ciudadanos. No de unos delincuentes contra micros.
LaTercera