Por Marcia Scantlebury
El escritor austríaco Robert Musil sostuvo categórico que “no hay nada más invisible que los monumentos”. Sin embargo lo sucedido en nuestro país respecto a la vapuleada estatua del General Manuel Baquedano y otras, desmienten esta afirmación. Estas representaciones ubicadas en el espacio público se han transformado en conflictivas protagonistas de un acalorado debate.
Y quizás por vez primera los chilenos hemos comenzado a detenernos frente a las numerosas estatuas que se levantan en plazas y avenidas de nuestra larga y angosta geografía. Nos hemos visto inclinados a investigar su significado y formarnos una opinión sobre estas intervenciones históricas y memoriales.
Tras el estallido social de octubre del 2019, el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), en colaboración con el Archivo Nacional, realizó una investigación que, además de verificar el estado de esculturas y estatuas, hizo varios descubrimientos. Consignó, por ejemplo, que un 57% de las más de 600 obras de este tipo ubicadas en las capitales regionales de Chile está dedicado a hombres y un 38% a conmemoraciones de batallas y otros temas.
De las 621 estatuas identificadas por el catastro solo 29 representan a mujeres. De estas, 13 celebran a la Premio Nóbel Gabriela Mistral y el resto a heroínas vinculadas a roles tradicionales como maestras o enfermeras. Incluso en varias ciudades no existe ningún monumento que conmemore a nuestras congéneres. En el caso de Santiago, solo 6 de las 125 que consigna el estudio las homenajean.
Además de ser pocos, en general estos monumentos están ubicados en lugares poco visibles y las obras realizadas por escultoras mujeres, que abundan en el país, brillan por su ausencia. Es indudable que quienes tomaron estas decisiones no tuvieron en cuenta que las mujeres somos más de la mitad de los habitantes de esta tierra.
Algo similar pero no sorprendente sucede con calles y avenidas. Considerando que las mujeres se encuentran sub-representadas en los espacios públicos y de poder, su invisibilidad en las ciudades es sólo el reflejo de su reiterada exclusión.
En 2017, con datos de Map City.cl, El Mercurio constató que sólo 34 calles de la comuna de Santiago (el 8%) tiene nombre de mujer. Entre ellas, Rebeca Matte, Irene Morales y Amanda Labarca. Las otras 31 corresponden fundamentalmente a monjas, madres y esposas de hombres ilustres. La cifra contrasta con las 230 calles con nombres de hombres (54%) en su mayoría expresidentes y autoridades políticas y militares.
Según Miguel Laborde, ya en el siglo XX, además de consagrar su admiración por héroes y próceres, la burocracia seleccionaba sin mucho rigor para estas arterias nombres de árboles, aves, estrellas, planetas, flores y animales.
En casos más extremos las decisiones corrían por cuenta de quienes loteaban los terrenos que aprovechaban de rendir homenaje a sus propios familiares. Además, existen poblaciones que se inspiraron en las características de su entorno. Es el caso de Las Viñas en Peñalolén donde sus habitantes viven en La Vendimia, Merlot, Los Mostos, Pinot o Noir.
Una excepción a la marginalidad de nuestro género es Gabriela Mistral, que tiene hasta museo propio en su casa de Vicuña. Sin embargo, los estudiosos consignan que es frecuente que las representaciones de la poeta no resalten sus características más relevantes.
Conocida fundamentalmente como la mujer y mecenas de Pablo Neruda, la renovada residencia de Delia del Carril (la Hormiguita) abrirá pronto sus puertas para compartir el discreto escenario de su vida con el poeta y, afortunadamente, sus espléndidos dibujos y grabados.
La ausencia de la presencia femenina en la historia oficial es notable y resulta indispensable relevar el aporte de ellas para que las nuevas generaciones crezcan con estos referentes.
Hace algunos años, con la aparición de un afiche de la Mistral en la estación del metro Baquedano debutó la campaña “#Así se llamaría”, que convocaba a la ciudadanía a intervenir calles y recintos públicos del país con nombres de mujeres ilustres. Como esta, otra iniciativa destinada a designar una estación del Metro y una plaza con el nombre de la doctora Eloísa Díaz, han contribuido a relevar el rol de las mujeres en el paisaje urbano. No todas llegan a puerto.
Si se piensa en don Francisco y futbolistas como Alexis Sánchez o Claudio Bravo, ¿Qué pasa con las mujeres artistas, deportistas, científicas, políticas o periodistas?
Y, ¿Cómo andamos por casa? En 1963 la Asociación de Mujeres Periodistas (ANMP) comenzó a entregar un premio que lleva el nombre de Lenka Franulic, la primera mujer que obtuvo Premio Nacional de Periodismo. Luego, con ocasión del cincuentenario del Colegio de Periodistas (2006) y con la complicidad de algunos alcaldes, la comisión organizadora logró instalar nombres de periodistas en las calles de Santiago y una plaza en Maipú dedicada a Lenka.
Años más tarde la ANMP, en complicidad con la Municipalidad de Santiago, inauguró una plaza en la esquina de Lira con Marín que lleva el nombre de la periodista Raquel Correa.
Iniciativas como estas parecen ser un buen comienzo para saldar la deuda que la sociedad tiene con el enorme contingente de mujeres periodistas de nuestro país. Sin embargo, ¿por qué no aspirar a sentarnos en una plaza cerca de la radio Cooperativa con el nombre de la memorable reportera Manola Robles? ¿O a recorrer una calle de Providencia, cerca del ex domicilio de revista Paula, que rinda ostensible homenaje a nuestra rutilante Isabel Allende?
Fuente: Círculo de Periodistas