Las personas pertenecientes a la diversidad sexual también fueron perseguidas, torturadas y silenciadas durante la dictadura. Muchas se limitaron y se vieron condicionadas a vivir en ese olvido, pero también existieron otras que decidieron hacer frente a la represión, discriminación y marginalidad de una sociedad machista y un régimen autoritario.
La violencia estructural ejercida sobre las libertades y los cuerpos de la comunidad LGTBIQ+ durante la dictadura chilena tenía un aval en lo legal. Los artículos N° 365 y 373 del Código Penal criminalizaban las expresiones que representaran una orientación sexo-afectiva e identidad de género fuera de la norma moral instaurada. Aquello era utilizado constantemente por agentes del Estado para profundizar la represión hacia las personas LGBTIQ+, en vulneración de sus derechos humanos.
A esto se sumaba el paradigma valórico conservador influenciado fuertemente por la iglesia católica, que ponía a la familia heteronormada como núcleo central de la sociedad, estigmatizando y castigando social, cultural e institucionalmente cualquier expresión que subvirtiera dicho orden.
Asimismo, la homo/lesbo/bi/transfobia instaló un discurso social que vinculaba a la diversidad sexual con la portación de enfermedades -como el VIH, al que se le atribuyó el mote de “peste rosa”-, la drogadicción y el comercio sexual, estigmatizaciones propias de una sociedad machista y conservadora potenciada por el régimen dictatorial.
Muchas personas pertenecientes a la diversidad sexual tuvieron que convivir con su orientación sexual e identidad de género de forma clandestina. Diversos testimonios dan cuenta de la violencia sistemática ejercida por carabineros y militares contra personas LGBTIQ+ durante la dictadura, en los que se observan relatos de vejaciones y actos discriminatorios de todo tipo.